martes, 28 de febrero de 2017

Lecturas del día, martes, 28 de febrero. Poema "Balada del camino" de Luis Felipe Vivanco. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiástico (35,1-12):

Quien observa la ley multiplica las ofrendas,
quien guarda los mandamientos ofrece sacrificios de comunión.
Quien devuelve un favor hace una ofrenda de flor de harina,
quien da limosna ofrece sacrificios de alabanza.
Apartarse del mal es complacer al Señor,
un sacrificio de expiación es apartarse de la injusticia.
No te presentes ante el Señor con las manos vacías,
pues esto es lo que prescriben los mandamientos.
La ofrenda del justo enriquece el altar,
su perfume sube hasta el Altísimo.
El sacrificio del justo es aceptable,
su memorial no se olvidará.
Glorifica al Señor con generosidad,
y no escatimes las primicias de tus manos.
Cuando hagas tus ofrendas, pon cara alegre
y paga los diezmos de buena gana.
Da al Altísimo como él te ha dado a ti,
con generosidad, según tus posibilidades.
Porque el Señor sabe recompensar
y te devolverá siete veces más.
No trates de sobornar al Señor, porque no lo aceptará;
no te apoyes en sacrificio injusto.
Porque el Señor es juez,
y para él no cuenta el prestigio de las personas.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 49,5-6.7-8.14.23

R/.
Al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios


«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio».
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R/.

«Escucha, pueblo mío, voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
—yo soy Dios, tu Dios—.
No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí». R/.

Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo.
«El que me ofrece acción de gracias, ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios». R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,28-31):

En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros».

Palabra del Señor
 
Poema:
Balada del camino de Luis Felipe Vivanco 

He tardado mucho en llegar.
Día tras día iban mis pasos comprendiendo el camino,
unas veces me alejaba de Dios, y otras me acercaba más a él;
a veces me besaban unos labios, y a veces los sentía
muy lejanos de mí y casi muertos en la noche.


He caminado con las estaciones del año,
con los ríos silenciosos y con las estrellas;
he caminado con la tierra de trigo
y con el viento triste de las calles abandonadas
que agitaba sus alas en mi espíritu.


He tardado mucho tiempo en llegar
y muchas ilusiones perdidas como flores de almendro
a lo largo del sueño mantenido en las horas entreabiertas de estudio.
He tardado muchos días inolvidables,
a veces al borde de un arroyo, a veces al borde de la música,
sintiendo el corazón viajero como las nubes
y la mano dispuesta para apretar el silencio de otra mano.


He caminado la tierra más desnuda,
y los días más claros y más hermosos,
y las noches más altas y transparentes,
a solas con la llanura y con el cielo,
sin desear otra hermosura sino el nombre sereno del Señor,
mientras su voz amiga consolaba mi humana permanencia.


He tardado en llegar, pero no estoy al fin de mi camino.
El tiempo se desnuda de sus galas antiguas en la madurez del [corazón,
y quedan sus horas ofrecidas en carne limpia.
He llegado por fin, y está el hogar encendido,
esperando la mirada más lenta de mis ojos,
la mirada que no termine nunca
mientras los árboles renuevan su belleza inmortal y pasajera.


Ya no quiero ser más de lo que soy
porque la luz y la sombra sienten la gratitud nacida de mi palabra,
y el canto que afirmaba mi presencia ideal entre los hombres
desmaya suavemente como si sólo fuera posible la piedad.


Breve comentario

Seguir a Jesús es una tarea exigente, la más exigente. Si dependiera de nosotros, nos resultaría imposible de todo punto siquiera iniciarla. Dios sabe de nuestra debilidad y dependencia esencial; por ello nos proporciona la fuerza que no nos pertenece para acometerla. Y nos la proporciona como el Padre que es, con el amor más genuino. El mero hecho de manifestar en el corazón el deseo de buscarle hace que se conmueva. No espera a que demos más fruto por nosotros mismos: entregar nuestra voluntad es todo lo que nos exige. Su amor es desproporcionado, abiertamente desproporcionado: nos da el ciento por uno ya en esta vida.

Lo que ocurre es que tenemos una apreciación muy distorsionada de lo que es el premio a un esfuerzo o su compensación justa. Que Dios nos dé ciento por uno no significa que nos proporcione mucho dinero, mucha salud, mucho bienestar material, muchas comodidades o una vida fácil y grata. El ciento por uno lo puede recibir y gozar la persona más pobre, la más enferma, la más aparentemente abandonada, la más solitaria. Porque el verdadero premio en esta vida es sentir su presencia, su compañía, su fuerza, su amor. Y, en efecto, a quien le busca con sincero corazón, Dios le da el ciento por uno en esta vida, y la gloria eterna en la otra. De ahí esa sólo aparentemente misteriosa afirmación sobre los primeros y los últimos. Los primeros en el orden del mundo, los que tienen éxito, los que son reconocidos por los demás, etc., etc., serán y son ya los últimos si viven su vida sin Dios. Lo contrario también es cierto: los últimos del mundo, buscando a Dios en sus vidas, son ya los primeros para Él, los preferidos que entrarán a gozar del Reino de los Cielos antes que ningún otro.

Como el poeta Luis Felipe Vivanco, uno ha tardado mucho en llegar, en darse cuenta que sólo Dios salva. Y como el poeta, he llegado a la misma conclusión de su hermosísimo poema: "Ya no quiero ser más de lo que soy". Y eso que desde un punto de vista meramente humano no soy nada. Pues sin Dios ya sé que no sería nada teniendo todo lo que este mundo valora tanto. De lo que el mundo valora apenas nada poseo, pero de algún modo sé que Dios aprecia todo el esfuerzo que desplegué en buscarle, incluso con todos mis errores en los que incurrí e incurro. E incurriré, pues aunque he tardado en llegar, "no estoy al fin de mi camino." 

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